Juan Miguel Celadilla Vidal
Al juego del escondite, en Villavante, se le denomina La Maya. Hay dos variantes: la Maya Corta, alrededor de un edificio o de una manzana de casas, y la Maya Larga, cuyo campo de juego es todo el casco urbano. La Maya Larga, a la cual se jugaba (y se puede jugar) en las primeras horas del anochecer, da pie a conocer lugares y rincones del pueblo, que de no ser por este juego, hubiesen quedado exentos de las correrías de la rapacería.
Os propongo una “Maya Larga” haciendo de “mayeros”, para descubrir los rincones, vivencias, acontecimientos, juegos infantiles … de un pueblo leonés. Sólo os pido una cosa: si ya no sois niños, que todo lo que veáis lo miréis con ojos infantiles (inquisitivos, escudriñadores, vivos); si aún estáis en edad infantil, no dudo que lo veréis como yo veo “al mi pueblín”: con asombro y admiración.
Dedicatoria
La ruta está dedicada a las infantas e infantes de Villavante que vieron la luz por estos lares y la oscuridad los arrebató de su cuna sin opción a batir sus alas. Hay que reseñar que en épocas pasadas la mortalidad infantil era muy elevada y las campanas de la torre dieron testigo de ello entonando con frecuencia el toque “ding, ding, …, ding, dang, … al cielo van”. También es merecedor de reconocimiento un personaje conocido por Juanín de Villevantez, al cual un día en clase, el maestro le explicó el porqué a los niños de Villavante no se le ponía por nombre Juan. Juanín, a pesar que creció, continua teniendo corazón y ojos de “rapacín”.
Ruta
El trayecto a realizar no está señalizado y transcurre por el casco urbano de Villavante, bordeándolo en unos casos y adentrándose por calles céntricas, en otros.
Atractivos de la ruta
Práctica de juegos tradicionales villavantinos
Leyendas villavantinas.
Villavante es un zoo abierto.
Villavante es un parque multitemático.
Camino Jacobeo
Plano
Plano del casco urbano de Villavante, años 60-70-80 (siglo XX)
Situación.
Villavante se halla enclavado en el Páramo Leonés, por su término local transcurre el canal histórico de la Presa Cerrajera y tan sólo 3 kms de la margen izquierda del río Órbigo. Dista 28 kms de León y 22 de Astorga, estando situado a 2 kms de distancia del km. 330 de la carretera N-120 ó “Carretera de Santiago”.
Villavante cuenta con apeadero de viajeros de RENFE, en la línea férrea de Palencia a A Coruña y lo atraviesa el Camino Jacobeo asentado sobre la antigua calzada romana.
Itinerario
Partimos de la Plaza de la Torre Vieja, orientada hacia el Este, que es y ha sido el lugar de reunión de los habitantes de Villavante. En dicha plaza existió una iglesia con su torre de tierra, de ahí le viene el nombre, y también hubo un cementerio el cual fue mondado en el año 1995. El negrillo del cementerio, también desaparecido, tiene su leyenda. A continuación nos encaminamos dirección Sur, paralelos a la Huerga o Buerga. A nuestra izquierda quedan las eras donde, si hay suficiente humedad, podríamos practicar un juego infantil llamado “el finchón”.
Pasamos al lado del Huerto de los Negrillones, uno de los lugares emblemáticos del pueblo y unos pasos más adelante nos damos de bruces con el Camino Francés. Historias de peregrinos y dichos que sobre el Camino se proponen en Villavante, serán tema para compartir. Tomamos el mismo dirección Oeste. Al lado del Camino hay un huerto con árboles frutales y un pozo que guarda una triste y angustiosa historia de un padre que no tenía pan que dar de comer a sus hijos. Seguimos el Camino hasta el cruce con la carretera que se dirige a Acebes del Páramo. En esta confluencia se edificó la “torre de la luz”, y hay que reseñar que el alumbrado eléctrico llegó a Villavante gracias a un molino situado en el Presa Cerrajera en término de Acebes. Aquí existe otro de los lugares de encuentro del pueblo: la fragua. En este punto nos dirigimos al Norte hasta pasar un cruce de calles y situarnos en la calle el Pradico. En esta calle hay una casa que hace años se acondicionó como salón y ambigú. En ella se hacían bailes, obras de teatro, etc. Asimismo, en los muros de la casa se guarda un tesoro que escondió un villavantino que emigró a la República Argentina. Es interesante conocer los motivos que esgrimió para tal hecho. Frente por frente tenemos la casa del carpintero y próxima la del ebanista.
Retrocedemos hasta la calle Camino Bajo, y aquí si se tercia, aprovechando la anchura de la misma, podemos jugar a “las esterricas”. Tomamos seguidamente la calle la Carballa (topónimo autóctono) dirección norte hasta llegar a la plaza de la Peña. Aquí podemos practicar con los bolos villavantinos, variante de los bolos leoneses. También mencionaremos el aro, al que se jugaba hasta la absorción, como le ocurrió a un chaval en una divertida ocasión. Aprovechamos ya que la anécdota da pie a ello, a explicar el “gentilicio” de “los guays” que se atribuye a los habitantes de Villavante. Ahora nos dirigimos dirección oeste a través de la calle el Palacio. Nombre elocuente que nos rememora la existencia de ¿un palacio en Villavante?. Quizás. En esta calle nos sale al encuentro la historia de una niña de cabellos rubios y ojos azules que el día de San Juan fue a plantar “alegrías” (caléndulas) en un huerto y se cayó al pozo.
A continuación subimos la pasarela sobre el ferrocarril desde donde podemos divisar todo el contorno de Villavante. Se ubica, desde esta perspectiva, el recorrido de la Presa Cerrajera, los pueblos circundantes, la masa arbórea del Órbigo, el majestuoso monte Teleno, la cordillera Cantábrica con su cima Peña Ubiña, etc. Deshacemos el camino hasta el parque del Palacio y seguidamente vamos hacia el apeadero del ferrocarril. En este lugar hay muchas historias que contar, como por ejemplo el porque algunos villavantinos sufrieron amputaciones en los dedos de sus pies, los primeros años del ferrocarril cuando funcionaba con carbón y los incendios que provocaba en los sembrados de cereales, etc. Desde aquí caminamos en dirección Este para luego tomar el camino de la Ermita dirección Sur. La Ermita, lugar donde hubo otro cementerio, anterior al de la Torre Vieja, es un lugar con historia a desvelar. Desde la Ermita, girando en dirección este, llegamos al colegio público, al cual asisten actualmente siete niños. En el patio del colegio haremos bailar la peonza. En su entorno existió una fuente donde las mujeres lavaban la ropa. Esta fuente desapareció cuando se instaló el servicio de alcantarillado en la localidad, en el año 1974. La fuente, junto con la huerga, alimentaban una laguna, la cual en los días de invierno, cuando el carámbano la cubría, se convertía en pista de patinaje.
Detrás del colegio público y en una de las entradas del pueblo, estaba un pequeño edificio de ladrillo. Era el potro. Éste fue derrumbado el verano de 2004. En el campo de fútbol, antiguas eras, próximo al colegio, podemos poner en práctica otro de los juegos populares villavantinos “la gocha”. Siguiendo la calle del Doctor Vélez, hacia el sur, y a mitad de la misma, a la derecha, nos topamos con la calle la Callica. Este es el punto de referencia para el inicio de las hacenderas o facenderas en el pueblo. Caminando a la largo de la calle la Callica llegamos a otra plaza sin nombre. Aquí existió la escuela pública de los niños. Edificio que, después de haber dejado de usarse como colegio, fue utilizado para usos varios: salón de baile, sala de reuniones, lugar de celebración de banquetes nupciales y finalmente como Casa de Concejo. Desde aquí se divisa perfectamente la espadaña de la iglesia con sus campanas, su nido de las cigüeñas, su veleta.
En los soportales de la iglesia podemos saltar al “chorro morro” otro de los juegos villavantinos. Aquí podemos sentir tocar las campanas las horas y las medias; y es lástima!, porque las campanas nunca debieran marcar el tiempo que nos limita, ¡para eso están los relojes!, sino, como han hecho siempre, pregonar las alegrías de las fiestas y otros acontecimientos sociales y “encordar” cuando la pena nos embarga. Llegados aquí, es perentorio sentir las leyendas del “Campanerín de Villevante” y de “la campana muda de Villatevan”, ya que no debemos dejar pasar por alto que nos encontramos en el “pueblo de las campanas”, conocido por su Encuentro anual de Campaneros, evento declarado en 2003 Fiesta de Interés Provincial.
Para finalizar, tomando la calle la Iglesia en dirección Este, pasamos delante de la casa donde hubo barbero y pocos metros más adelante, alcanzamos la plaza de la Torre Vieja, inicio y final del recorrido. ¿Levantamos la Maya? Primero hay que desvelar porque Villavante no tiene “apellido” como la mayoría de los pueblos leoneses. Y el que no lo adivine le tocará hacer de mayero o mayera.
Duración
Unas cuatro horas aproximadamente, dependiendo de si se realizan todos los juegos y el tiempo que se dedique a cada uno de ellos.
Recomendaciones
Calzado apropiado para caminar por tramos asfaltados y no asfaltados.
León, 3 de marzo de 2005.
Más información:
Correo electrónico: celadillavidal@terra.es