A través del artículo de Conrado Blanco González (Diario de León 31 de enero de 1988) conocemos la carta del párroco de Santa María del Páramo, Santiago Valencia Portocarrero a don Tomás López, que era geógrafo, en la cual aparecen datos de gran interés histórico. Esta carta fue escrita en 1798, a caballo por lo tanto entre la edad moderna y la contemporánea, aunque es aceptado actualmente que la edad contemporánea empezó en España en 1808, por lo que nos situamos en los momentos finales de la modernidad.
Santa María tenía en ese momento 160 vecinos y pertenecía al estado del Conde de Luna, el cual tenía unos determinados derechos sobre este lugar, principalmente judiciales e impositivos. La tierra sólo producía centeno, trigo y vino de ínfima calidad. La producción total era de 4000 fanegas de pan y 6000 cántaros de vino al año. Los campesinos completaban sus ganancias tejiendo en sus casas, y después llevando estos productos para venderlos a La Bañeza, Villamañán, Santa Marina del Rey y Benavides.
Son reseñables los molinos de linaza (simiente del lino) que producían el aceite de linaza, útil como alimento y para dar luz en el candil. El aceite que sobra se vende o cambia fuera del Páramo. Con los salvados de esta linaza fabricaban el pan de linaza, que era un alimento fundamental de los bueyes del Páramo, al no haber allí praderas en las que comiesen.
El Conde de Luna delegaba su poder judicial en un Escribano que era nombrado por tres años. El Concejo nombraba cada año a un Procurador Síndico General, dos Regidores y dos Alcaldes. Los nacidos superaban a los muertos en ocho o nueve cada quinquenio.
Hasta la llegada de Santiago Valencia Portocarrero no había párroco en el pueblo sino seis beneficiados, que se redujeron a tres pasando a percibir con el párroco la mitad de los diezmos mayores de pan y vino, siendo el resto de estos diezmos para el Conde de Luna. Existía Cofradía o hermandad de Santa Cathalina Virgen y Mártir.
Las mujeres trabajaban igual que los hombres en las tareas agrícolas, habiendo mujeres que llevaban la cuna con el recién nacido y la ponían sobre la cabeza de los bueyes, mientras ellas estaban arando. Los muchachos recogían hierbas de viñas y adiles para que las comieran los bueyes. La cría de gallinas y pollos era muy abundante.